El Niño y La Niña
Hoy en día, la mayoría de la gente ha oído hablar de El Niño, aunque sólo sepan que se trata de algún tipo de anomalía con respecto al tiempo. Sin embargo, la definición de “anomalía” varía considerablemente con la geografía. Para las personas que viven en Indonesia, Australia o el sudeste de África, El Niño puede significar sequías severas y gigantescos incendios forestales. Sin embargo, para ecuatorianos, peruanos o californianos significa temporales de lluvias de gran intensidad que pueden causar inundaciones devastadoras y deslizamientos de tierra. Tras su paso, El Niño ha dejado varios miles de muertos en todo el mundo, miles de personas sin hogar y daños valorados en miles de millones de dólares. Sin embargo, los residentes de la costa nordeste de Estados Unidos pueden atribuirle a El Niño inviernos más templados de lo normal (y, por lo tanto, facturas de calefacción más bajas) y temporadas de huracanes más leves.
Originalmente, el nombre de El Niño (o El Niño Jesús) fue acuñado a finales de los años 1800 por unos pescadores de la costa de Perú para referirse a una invasión estacional de una corriente oceánica caliente del sur que desplazaba a la corriente fría del norte en la que solían faenar; este fenómeno solía ocurrir en Navidades. Actualmente, el término ya no se utiliza para hacer referencia al cambio de corriente estacional local sino a parte de un fenómeno conocido como ENSO (del inglés El Niño-Southern Oscillation, El Niño-Oscilación del sur), un ciclo continuo e irregular de cambios en las condiciones oceánicas y atmosféricas que afectan al planeta. El término El Niño ahora se utiliza para hacer referencia a los efectos meteorológicos más pronunciados relacionados con temperaturas anormalmente calientes de la superficie del mar en interacción con el aire que se encuentra por encima en la parte del Océano Pacífico oriental y central. Para hacer referencia a los efectos asociados a las temperaturas anormalmente frías de la superficie del mar en la región, se acuñó en el año 1985 el término “La Niña” (o “niñita”).
El cambio de las condiciones de El Niño a las de La Niña y de nuevo a las de El Niño dura alrededor de cuatro años. La comprensión de esta oscilación irregular y sus consecuencias para el clima del planeta sólo ha sido posible en las últimas décadas a medida que los científicos han comenzado a conocer la compleja relación existente entre el océano y la atmósfera. Aunque durante mucho tiempo los meteorólogos han estado pronosticando el tiempo diariamente en función de mediciones atmosféricas realizadas en todo el mundo, tenían relativamente poca información acerca de las condiciones que se daban en diversas zonas de los océanos. Esto fue así hasta que se empezaron a utilizar una serie de boyas colocadas de forma permanente en medio del Océano Pacífico y satélites en órbita.
Sin embargo, los avances tecnológicos no fueron la única clave. Como se explica en el artículo siguiente, después de años de investigaciones independientes sobre los procesos del aire y el mar, los investigadores atmosféricos y oceanógrafos decidieron unirse. La síntesis de estos dos campos de investigación permite en la actualidad a climatólogos y oceanógrafos desarrollar modelos teóricos para simular y predecir los cambios climáticos generales relacionados con ENSO. Por ejemplo, hoy en día los científicos pueden advertir a las poblaciones vulnerables sobre un nueva amenaza de El Niño varios meses antes de que ocurra, proporcionando un tiempo valioso en el que se podrán tomar una serie de medidas para mitigar los peores efectos. Aunque esta predicción de El Niño es inestimable, es sólo el primer paso en la consecución de un objetivo a más largo plazo, el de ofrecer una contrapartida climática a la predicción diaria del tiempo que hemos llegado a tomar como algo seguro.
Área inundada en Lakeport, California como resultado del paso de El Niño en 1998. (Federal Emergency Management Agency, agencia federal de administración de emergencias)
Incendio en Australia como resultado del paso de El Niño en 1998. (Fotografía cedida por Fred Hoogervirst/Panos Picture/Londres)

